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Las responsabilidades del Estado y de cada uno

por Félix Muñoz Díaz
Artículo publicado el 04/07/2022

Resumen
Partiendo del concepto de identidad y de la crisis de identidad por la que estamos transitando en Chile, pueden concluirse no solo las responsabilidades del Estado (inclusión, igualdad, calidad de vida, bien común y desarrollo) como atribuciones mínimas y suficientes que deben cumplir los gobiernos, sino también, las responsabilidades o valores que deberíamos cumplir quienes compartimos esa identidad, sin los cuales los nuevos acuerdos que logremos serán sucesivamente llevados al límite hasta una nueva crisis.

Las Responsabilidades del Estado
No me atrevería a opinar sobre la mayoría de los temas que se debatieron en la Convención Constituyente (CC) a excepción, por un lado, de mi ámbito laboral: el medio ambiente. Y por otro, sobre las prioridades que transitan más por la filosofía y la ética.

Junto al medio ambiente o debido a este, o tal vez por ser el misterio opuesto, desarrollé un gran interés por la naturaleza humana, tanto que en el año 2020 publiqué el libro Metafísica de la Conciencia y el Hábitat (Ed. Prometeo). Solo después me atreví a reconocer algunos lineamientos prácticos sobre política a través de este ensayo, que alcanzó la forma de un conjunto de premisas generales sobre las responsabilidades del Estado y de las personas, evidenciando paradigmas y necesidades concernientes a todo grupo humano de cualquier época, incluidos los pueblos originarios. Por ejemplo, la necesidad de reconocer en la historia y tradiciones nuestra mejor manera de hacer las cosas, nuestro aprendizaje, aunque no para justificar racionalmente su repetición con los resultados de experiencias anteriores, ni tampoco para perpetuar las tradiciones pues muchas serían hoy inaplicables, sino para incrementar la coordinación en el contexto de las nuevas oportunidades y desafíos que nos presenta el mundo actual.

Resulta interesante partir revisando el Artículo 1° de la Constitución de Chile de 1980, que justificadamente intenta ofrecer un marco filosófico sobre el rol del Estado según lo que entendíamos como la naturaleza y propósito fundamental del ser humano y de vivir en sociedad. A decir verdad, el meollo se reduce a “promover el bien común, para… la mayor realización espiritual y material”. Evidentemente, la realización material hace alusión directa al materialismo, y la realización espiritual es entendida en contraposición a lo material, asumiendo una dicotomía en la realidad. En el mejor de los casos, al mencionar lo espiritual y lo material se abarca todo el espectro que en el pasado nos permitió describir nuestra humanidad, una división justificable cuando el liderazgo religioso era aceptado por una gran mayoría de las personas. Antes de decaer, el clero participaba en la sociedad como base moral, haciéndose cargo de los temas que demandaban solidaridad, y de paso reducía el liderazgo laico al extremo opuesto: lo material, donde las autoridades quedaron ancladas hasta la actualidad mostrando a veces una mínima competencia moral.

Es ampliamente aceptado que los seres humanos nacemos iguales en dignidad y derechos. Parece pertinente agregar que esto es igual para todos los seres vivos. Por supuesto, después de nacer nuestras capacidades como especie y personales nos permiten alcanzar distintas formas de coordinación que nos llevan a construir nuestra identidad, así como distintas oportunidades, responsabilidades y beneficios. En la conformación de la identidad también tienen relevancia las preferencias y tendencias emocionales, pero muy especialmente las relaciones donde participamos, tanto las elegidas como las no elegidas. Involuntariamente somos representantes de la familia y a un nivel más profundo: de la comunidad, de la humanidad y la Tierra. En la medida que ahondamos nos alejamos de lo personal, donde mostramos más diferencias, acercándonos a lo compartido y único. Entre medio encontramos la identidad social que nos iguala a los chilenos tanto como podemos diferenciar entre personas de distintas naciones.

Esa identidad que llamamos Chile también evoluciona y tiene los mismos requerimientos de cualquier identidad personal: busca armonizar sus experiencias y encontrar un sentido. Es decir, por una parte, de manera mayormente inconsciente, cada uno busca que la experiencia de ser chileno sea coherente, que no arrastre contradicciones que finalmente nos afectan en tanto personas. Y por otra, buscamos una justificación, un fin, no necesariamente tener algo novedoso que enseñar al resto del mundo, pero sí asegurar que podamos ofrecer nuestro mayor aporte a la sociedad. Ser chilenos nos iguala, es un punto de partida para relacionarnos y también para responsabilizarnos por los demás.

Llegado a cierto punto de madurez como país nos ha parecido necesario reestablecer nuestra identidad incluso cuando debamos cambiar nuestros hábitos. Comparable a un adolescente que debe decidir si quedarse viviendo donde sus padres o irse a vivir a otro lugar. Si se queda, podrá pintar su pieza de otro color pero seguirá dependiendo de viejas costumbres, equivalente a traspasar las contradicciones a las generaciones futuras. En cambio, si decide irse, sin duda habrá un riesgo que asumir pero que a la larga le permitirá encontrar una forma de vivir afín a sus capacidades e intereses. Es muy probable que el adolescente se encuentre bastante aburrido y le sea difícil irse sin dolor, sin caer en la impulsividad e irresponsabilidad, renegando de sus padres, yéndose a vivir a otra ciudad y a un departamento difícil de pagar. Cuando podría bastarle un lugar donde pueda ser él mismo, donde por ejemplo pueda pololear tranquilo y poner sus propios cuadros. El reto es aceptar quienes somos, o el ser capaces de poner en valor nuestra historia e identidad en un escenario renovado.

Junto al instinto de sobrevivir y los miedos que arrastramos como personas, que por cierto antaño era lo preponderante, vivimos en comunidad para formar y manifestar nuestra identidad personal en función de la identidad de los integrantes de la misma comunidad. Esto no quiere decir que cada uno deba asumir las necesidades e intereses de la comunidad, como suele interpretarse en países comunistas, sino que asumir la identidad, la personalidad, la historia que nos construye. Igualmente, las sociedades no están destinadas al provecho de las personas per se, como sí podría suceder en muchas empresas, sino al provecho de la comunidad en tanto modeladora y facilitadora de los intereses de las personas, donde tiene mucho que decir la Teoría de Sistemas. Entonces, no debemos poner primero a las personas o la sociedad, sino solo agilizar su función: que cada uno, desde sí mismo, pueda ser un aporte para otros.

Ahora bien, nuestra identidad busca diversificar las experiencias, la participación, la coordinación, incluida la relación con el entorno. Incluso cuando la realización sucede a las personas, si todo vivir es para estar a disposición de los demás, puede interpretarse erróneamente que nuestras interacciones más fuertes representan el núcleo fundamental de la sociedad: la familia entendida en toda su diversidad. Pero hilando más fino, nuestro mayor instinto es acercarse a una o un desconocido y coordinarse, enamorarse y crear una familia, evidenciar que nuestra esencia única es compatible con el universo, que somos capaces de crecer y crear. Luego, el núcleo fundamental de la sociedad no son las personas ni la familia ni la misma sociedad, sino un abstracto: que las personas tengan la oportunidad de expresar su máximo potencial en la coordinación con otros, partiendo por formar una familia.

Si lo anterior lo miramos desde una perspectiva fenomenológica, desde el punto de vista del presente, aquí y ahora, lo que encontramos al coordinarnos y ampliar las relaciones es conocimiento e inspiración. Y la realización subsecuente no está en el logro de metas determinadas, sino justamente en coordinarnos ampliando el potencial de todos al ritmo de la inspiración, o sea que el logro es inspirar a otros.
Lo anterior es suficiente para deducir 5 principios que rigen al Estado:

La Inclusión
Asegurar el reconocimiento y expresión de la diversidad: de género, de orientación sexual, de identidad cultural, de creencias y desarrollo espiritual. Incluso antes, la diversidad en las capacidades, competencias, conocimiento y del esfuerzo que realizan de las personas. Para vivir en sociedad tenemos que partir por acoger nuestra diversidad, permitiendo siempre la autodefinición. Igualmente, hay que reconocer y fomentar las distintas formas de coordinación entre las personas, la identidad de los “grupos intermedios”, incluyendo a las comunidades, a regiones completas y por supuesto a los pueblos originarios.

La inclusión también exige que las autodefiniciones no pretendan segregaciones, apropiaciones u oportunidades diferenciadas que atenten contra estos principios. Por cierto, algunas tradiciones de pueblos originarios requieren liderazgos, normas y usos de la tierra que deberían incluirse como parte de una tradición conjunta. Es decir, resulta absurdo hacerse cargo de una deuda histórica intentando definir qué entregar y a quiénes, validando la segregación, cuando lo relevante es la forma de vivir que hoy manifiestan o ¿Cómo incorporar su forma de vida en el contexto de las mejores prácticas actuales? Además de promover la enseñanza de las tradiciones y la consulta indígena toda vez que se afectan, me atrevo a decir que es prioritario modificar los usos y accesos a la tierra en los planes de regulación territorial, haciendo respetar los espacios, momentos y formas que requieren las tradiciones, pero sin cambiar su administración.

La Igualdad
Asegurar que todos puedan optar de igual forma a las oportunidades y beneficios que ofrece la sociedad. Para esto, se requiere que las exigencias no discriminen según la identidad de las personas y proveer las condiciones para que todos puedan elegir y seguir cualquier camino, en particular aquellos que han tenido que priorizar su supervivencia e involuntariamente han visto limitados sus recursos y opciones. Igualmente, al Estado le corresponde asegurar que las oportunidades y los beneficios respectivos se obtengan en función del mérito, y no a causa del devenir fortuito, la capacidad económica o la autoridad. También, el Estado debe minimizar el oportunismo, incluido al aprovechamiento egoísta de las debilidades y urgencias de los demás, o de información privilegiada, así como el oportunismo de quienes pudiendo aportar a la sociedad buscan sobrevivir a expensas del Estado.

Se entiende que, según el camino que cada uno elija libremente y sea capaz de seguir, la sociedad nos ofrecerá distintas oportunidades que se encadenarán sucesivamente brindándonos distintas responsabilidades y mayores beneficios. Por consiguiente y para proteger a la sociedad, es deber del Estado velar por el pleno ejercicio de los deberes y el goce de los beneficios.

La Calidad de Vida
El Estado debe garantizar la educación, seguridad, salud, infraestructura, la cultura, la recreación y en general las necesidades que todos tenemos, proveyéndolos cuando amerite y con calidad. En particular, ya sea por enfermedad, incapacidades, robo, catástrofes o infortunios, muchos no tendrán recursos o los perderán y el Estado debería entregarles las condiciones mínimas necesarias para vivir dignamente, incluyendo también un trabajo, vivienda y alimento. Por lo mismo, asegurar una buena educación que aumente el conocimiento y oportunidades resulta especialmente relevante. En contraposición, al Estado no le corresponde obligar a las personas a recibir determinados servicios que atenten contra la diversidad, como por ejemplo imponer un sistema único de pensiones, ni menos imponer la administración de sus ahorros, puesto que la igualdad tiene relación con las oportunidades y no con la forma de vivir o el mérito.

Seguramente en el pasado nos establecíamos en comunidades como en una carrera donde no convenía mirar para el lado, como si sobrevivir fuera el objetivo y trabajar fuera solo un método que buscábamos minimizar. Pero ahora, tal vez entendamos que cualquiera puede ser el mayor aporte para la sociedad, que buscamos participar sin importar la edad: vivir y que sobrevivir es el resultado. Que a cualquiera le puede ir mal, que al menos como sociedad tenemos que dar la mano al que lo necesita.

El Bien Común
Se requiere que los ingresos obtenidos mediante la sana competencia tengan relación con el aporte entregado a la sociedad, donde el Estado debería actuar como contrapeso del mercado sobre la base de los impuestos y otras tantas herramientas. Por ejemplo, subsidiando actividades que significan un enorme beneficio social y no son retribuidas equitativamente, como la pedagogía, los parques y la cultura. No podemos dejar al libre mercado, que se sustenta muy especialmente en la capacidad de vender, aquellos aportes a la comunidad que dependen de otras destrezas que el mercado no valora, pero que sí son valoradas a largo plazo por la sociedad. De igual forma, hay que traspasar recursos desde las actividades y bienes que siendo valorados por el mercado no conllevan un aporte social proporcional, implicando un costo para la sociedad que debe devolverse en su justa medida, tales como los artículos de lujo y también otros cuyo valor se asocia más a la propaganda.

El Desarrollo
Cuando el mercado no sea capaz de generar los servicios, bienes y oportunidades que tengan beneficios sociales significativos, o se requieran recursos públicos para su implementación, o bienes comunes o naturales y/o decisiones consensuadas, al Estado le corresponde hacerse cargo de su implementación.

Pero antes, hay que asumir que la inspiración está siempre en las personas, no puede copiarse ni menos establecerse por decreto. Quienes deben generar el desarrollo son primero quienes tienen el conocimiento y la inspiración, además de permitirles maximizar su aporte y encontrar su realización. Luego, la sana competencia es la mejor alternativa siempre que se cumpla plenamente con estos 5 principios. Justamente, estos principios serían los únicos aspectos de la vida en sociedad donde deberíamos esperar que las autoridades se inspiren. Claramente hay mucho que avanzar en las diversas formas de asociación público-privadas.

También es relevante que el Estado sustente la investigación, así como la relación con otros países para promover la identidad y ventajas de la nación, no para perpetuarnos como aparenta suceder en países donde se evidencia un imperialismo, ni menos para asimilarnos a estos, sino para ser la base de nuestra convivencia y coordinación. Son nuestras características particulares las que evidencian lo que más necesitamos y también lo que podemos ofrecer.

El Estado debe ser gestor de la evolución de todos y todo lo chileno, incluida la naturaleza, cuya identidad y coordinación deberían entenderse respectivamente como biodiversidad y ecosistemas.

Las Responsabilidades de Cada Uno
El estallido social que inició en 2019, más allá de las exigencias, responde a la ausencia de puntos de encuentro y una falta de sentido de comunidad. Esa unión generada al salir a las calles fue una reacción natural del pueblo al statu quo de la desunión, no necesariamente a causa de la autoridad o grupos de poder, sino que de todos los chilenos.

Hemos de convenir que las decisiones no las puede tomar el pueblo ni comités representativos, sino las autoridades democráticamente elegidas sobre la base de su participación con quienes manifiestan las necesidades, la consulta a todos los actores, el haber demostrado claridad sobre las prioridades de la sociedad, el estudio de las opciones y su capacidad de integrar y liderar acuerdos. De hecho, para asegurar estos atributos es que históricamente hemos previsto que distintas autoridades se especialicen en ellos.

Pero llegamos a un punto en que las nuevas formas de comunicación (internet) permitieron evidenciar las desigualdades que antes tenían una importancia relativa menor; y en vista de un desarrollo insuficientemente acotado muchos aprendieron a jugar con los límites, como si siguiéramos aferrándonos a una carrera por la sobrevivencia en desmedro de la vida comunitaria; mientras que los políticos se olvidaron de liderar acuerdos, lo que en algunos gobiernos se manifestó en un exceso de confianza en la técnica económica y en otros en un abuso de la democracia como medio de gestión.

Aunque duela, la crisis cumple el objetivo de unir. Paradójicamente, la realidad es que sin violencia tal vez no se habría firmado un acuerdo para una nueva constitución. Por supuesto que cuando la violencia consiste en represión policial con enfrentamientos espontáneos entonces el problema es la precariedad de la expresión y la insuficiencia en las formas de consideración de las demandas, y no puede culparse a los implicados. Mientras que, si es premeditada, se genera daño a bienes públicos o privados o existe un fin diferente a la protesta, entonces se trata de antisociales comunes, más algunos pocos casos intermedios donde habría que mirar sus intenciones y hacerlos realizar trabajos sociales.

La crisis nunca fue un problema exclusivo de los gobiernos o la Constitución, basta ver la amplia diversidad de gobiernos y constituciones en otros países cuyo éxito es igualmente variable. Ni podemos culpar a los partidos políticos que manifiestan los intereses de distintos grupos de la población. Una nueva constitución podrá imponer otras estructuras y derechos, pero constituirá un avance si en el futuro no nos aprovechamos de ellos, ni de manera personal ni por mayoría. Más bien, esa “viveza” que pretendemos que identifica a los chilenos nos está pasando la cuenta: falta ser familia.

Si queremos mejorar como comunidad hay una gran responsabilidad que cada uno debería asumir. Para promover nuestra identidad compartida hay 5 valores o “acuerdos de convivencia” (así los llamaría Maturana H.) que todos deberíamos practicar en nuestra vida cotidiana:

  1. Respeta la vida en comunidad

Respeta los acuerdos, cuya expresión debería acompañarse siempre de su justificación. Escucha y entiende los argumentos de los demás, siente su sentir, observa todas las variables que pueden acomodarse antes de decidir entre blanco y negro. Respeta la sana competencia, las diferencias, los derechos de los demás, sus logros y sus penas, el mérito y la autoridad.

Atesora el pasado y el futuro de la comunidad, a los niños enséñales a inspirarse, de los abuelos aprende su dedicación. Nuestra identidad y futuro se construyen a partir del reconocimiento de nuestra historia. Respeta los principios de inclusión, igualdad, calidad de vida, el bien común y el desarrollo.

Respeta los bienes personales, los que son comunes y los que son naturales. Trata a la Tierra, la flora y la fauna, como un integrante más de la sociedad que provee y busca coordinación, con sus propios derechos y deberes, incluido el servir de recursos. Recicla, reduce tu huella de carbono. Reconócete como parte de tu entorno, lo chileno que llevas dentro.

  1. Acepta tus responsabilidades

Reconoce lo que te diferencia, tu propia identidad, tus necesidades y no las copies de otros. Reconoce lo que te inspira y dale tiempo, esfuérzate, busca coordinarte con quienes están en el mismo camino y permítete ser un aporte. Solo podemos inspirar a otros desde nuestra propia inspiración.

Aprende tus responsabilidades como consumidor antes de endeudarte, evalúa los beneficios de los productos y no las marcas, observa si tus gastos se condicen con tu contribución a la sociedad. Sé feliz antes de soñar y pregúntate qué necesitas para estar y ser mejor. Aprende tus responsabilidades como contribuyente, elige a tus líderes según sus responsabilidades y no para tu beneficio. Ten una opinión y participa respetuosamente.

  1. Elige Chile

Prioriza Chile en tus inversiones, en el origen de los insumos y materias primas, en tu consumo, en la comida, las contrataciones, en el entretenimiento, en la investigación. No es por regalías que en EEUU prefieren Ford, en Suecia Volvo, en Francia Peugeot, y lo mismo en todos lados. Tenemos que creernos nuestro cuento. Sin duda la globalización trae enormes beneficios, hay mucho que no se produce en Chile y hay que importar, pero es a partir de lo que tenemos que podemos inferir nuestras carencias. Cuando sea posible evita los productos extranjeros porque enajenan nuestras necesidades e identidad. Elige lo chileno porque tú eres su representante.

Hay que cuidar la empresa ahí donde nace, procurando que crezca en función de la creatividad. Técnicamente hablando, hemos llevado la competencia al límite de lo legal, al límite de la comunidad y del medio ambiente, optimizando el consumo de lo que supone un mayor valor en el mercado internacional, pero menospreciando las ventajas para los individuos, sociedades y su entorno en los nichos particulares donde se despliegan, produciendo desigualdad y enajenación.

  1. Prefiere al más chico y el trato personal

Compra en el negocio de la esquina, aunque haya que ir a más lugares. Y si es artesanal mucho mejor. Valora el esfuerzo, la relación directa con el dueño, conocer al vecino y sus carencias. Diversifica el origen de las materias primas. No le pidas descuento al que vende poco y exígele calidad al grandote. Ponle un precio justo a tus servicios y productos, no especules. Observa la dedicación, la preparación, el tiempo utilizado y compromiso de las partes antes de establecer un precio para comprar o vender.

Patrocina la iniciativa y la sana competencia. La economía basada en conglomerados industriales que sostienen a una clase media agradecida tiene que dar paso a una diversidad de servicios autogestionados. Evita las economías abusivas. Ya no pueden monopolizarse la inspiración y la creatividad.

  1. Dile ¡NO! al oportunismo

No compres o vendas a quienes explotan a sus proveedores, especulan con los precios, se coluden o utilizan sus ventajas e información para prevalecer. Respecto de los bancos, los créditos y su propaganda… siempre diferencia la propaganda de la publicidad. Igualmente, dile ¡NO! a la violencia, al abusador, al que exige beneficios sin hacer un esfuerzo. Diferencia entre oportunidades y oportunismo ¡No te pases de vivo, toda ventaja tiene un costo que otro como tú está pagando!

¿Quieres a tu país? Entonces intenta cambiar en ti nuestros malos hábitos. Aunque no seamos el mejor ejemplo definitivamente votemos por quienes encarnen mejor estos valores y principios.

¿Quieres opinar, representar a otros o ser una autoridad? Entonces ten presente que a pesar de las buenas intenciones no todas las opiniones suman, hay muchas que restan, esconden y dividen. Por supuesto que la libertad de expresión es un derecho mínimo necesario, pero al igual que hay que establecer reglas al libre mercado para que las destrezas de los vendedores no impongan un pseudo bien común, también habría que obligar a cumplir con un mérito mínimo a los candidatos, especialmente a quienes manejan prioridades y toman decisiones. De lo contrario, fácilmente tendremos por autoridades a quienes sapan venderse mejor: la demagogia.

Hay quienes creen que cada uno es dueño de su vida y puede decir lo que quiera mientras no afecte la libertad de elegir de los demás, tal como se entendía en occidente siglos atrás, como si estuviéramos separados incluso de la realidad que nos toca vivir: la casualidad. Pero la filosofía, la psicología, la biología, las ciencias en general y hasta la física cuántica lo han refutado, no estamos separados, la realidad la construimos entre todos: la causalidad. Nuestras decisiones afectan el entorno incluso muy lejos de nosotros (por ej.: con tu huella de carbono). Al menos, cuídate de las opiniones que no terminan en una pregunta y prepárate antes de emitir un voto, especialmente si eres joven.

En lo personal, me parece necesario rehacer la Constitución como ejercicio de autoidentificación, porque somos una nación joven con una historia tortuosa donde se asentó la desigualdad, porque estamos aprendiendo los requisitos de una buena coordinación, sometidos a la presión de ideales externos, y porque el mundo y sus ideales están cambiando. Ya sea que se apruebe o no la propuesta de la CC, sobre lo cual me reservo mi opinión, al menos muchos entendieron la importancia que las negociaciones sean integradoras y no distributivas, así como la necesidad de avanzar de lo general a lo particular, porque de lo contrario temas enteros pueden ser desechados o aprobados al detalle. Parece haber quedado claro que la técnica y la democracia son esenciales, pero ambas pueden llevarnos a la desidia y el oportunismo, particularmente cuando los que deciden no tienen las competencias para integrar la igualdad con la diversidad, y terminan inclinándose por el discurso que aparenta más objetividad o el más fácil de comprar. Sí diré que la propuesta parece ser un resumen de leyes exigibles en vez de una constitución que represente nuestra identidad y sirva de base para definir las leyes. Paralelamente, ojalá no se retrasen las reformas a los temas de mayor interés.

Pero lo más importante, cuídate tú de caer en el oportunismo, asume que nuestra identidad se conforma y cobra sentido en la integración con los demás, que aquello que nos permite priorizar uno u otro camino es la inspiración sobre la base del conocimiento. Acepta que la mayor expresión y mejor ejemplo de la integración sucede en el amor de pareja, cuando la coordinación se transforma en sincronía. Luego se evidencia en la familia, en la amistad, en la adaptación al entorno en vez de adaptarlo a nosotros. Después en nuestro trabajo y aporte a la sociedad, en el sentido de comunidad, en la identificación con la humanidad, y finalmente en la identificación con nuestra Tierra y su plan si acaso tenemos tal visión. En todo nivel, el reto está en el contrapunto entre la identidad diferenciada y la integración, en el esfuerzo que hacemos por ser mejores personas, en la evolución. Al final, la tarea más difícil la tenemos los individuos, desde saludarse, estar atentos al otro y respetar las diferencias. Empatizar con quienes compartimos una identidad, valorar el trabajo ajeno según su contribución a la sociedad. Ser responsables en nuestras decisiones, y especialmente, buscar coordinarnos para ser nosotros mismos un aporte.
Chile, una sola identidad.

 

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2 comentarios

Interesante visión, podemos percibir que Chile se encuentra en una nueva fase y que la integración es señal de madurez. Mirarnos de manera integral como un gran ecosistema, que para que todo funcione bien todos tenemos que aportar.

Por Paola Ferretti Munoz el día 06/07/2022 a las 10:44. Responder #

Grande Félix saludos

Por Manuel Bascuñant el día 06/07/2022 a las 00:51. Responder #

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Requerido.

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