Jonathan Tittler: Estoy aquí en Santiago con el señor Fernando Raga Castellanos, autor de la novela ecopolítica de ciencia-ficción Los hijos de Gaia. Estamos en las oficinas de CMPC. ¿Qué significan esas siglas?
Fernando Raga Castellanos: En castellano significan Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones.
JT: Muy bien. ¿Por qué no comenzamos hablando de eso y luego llegamos a hablar de su interés en la ciencia-ficción y la novela?
FRC: Sí. Yo trabajo en el sector forestal. Trabajando aquí, como sucede en cualquier compañía forestal del mundo, me tocó conocer a mucha gente vinculada con el tema ambiental.
JT: ¿Mucha actividad ambientalista?
FRC: Sí, de muchas partes del mundo Y me puse a preguntar qué las mueve, qué es la fuerza motriz que hace que actúen con tanta pasión. Y estuve reflexionando sobre el tema.
JT: El tema forestal.
FRC: No, el tema ambiental en general. El hecho es que las cuestiones ambientales están implícitas en muchos temas, como en la industria y la energía, pero el tema forestal es un foco de preocupación. ¿Por qué? Porque la diversidad de las especies está en gran parte localizada en los bosques naturales del mundo. Por ejemplo, la gente que va a los bosques es como los fieles que van a las grandes catedrales donde está el espíritu de la religión.
JT: Estamos hablando de conservacionistas en el sentido tradicional.
FRC: Estamos hablando de toda la gente que se preocupa del medioambiente, gente que anda por la calle, como mi señora, como mis hijos—es que todos responden al ambientalismo de alguna manera. Generalmente la gente toma la cuestión ambiental como una causa. A lo largo del tiempo el tema ambiental es efectivamente una causa política. También se han dado cuenta ciertas personas que, si esta fuerza estuviera bien organizada políticamente, podría ganar elecciones en el mundo.
JT: Está empezando a ganar elecciones.
FRC: Pues yo creo que podría ganar muchas, creo que le falta un líder carismático, un ícono que pudiera difundirse por internet, algo de eso falta. Le falta el líder filosófico carismático necesario para ser seguidos en el mundo, como con un Ché Guevara o alguien de ese tipo para atraer a la gente hacia sus ideas. Si esas cosas sucedieran, yo creo que sería la fuerza política más grande del mundo actual.
JT: No pensaba interrumpir, pero se me ocurre que ¿no podría ser quizás Al Gore ese tipo de figura?
FRC: Podría ser, no sé, a lo mejor sí, pero hasta aquí no ha surgido.
JT: Es un político ecologista.
FRC: Sí, pero yo estoy hablando de alguien que lleve el ecologismo a la política, o sea un ecologista político y no un político ecologista. Qué interesante sería imaginar el mundo que los ecologistas construirían. Uno de los problemas que tienen los ecologistas es que saben qué es lo que no quieren, pero no tienen muy claro lo que realmente quieren. Entonces yo me pregunto cómo sería ese orden social y adónde iría casi por inercia.
JT: Muy interesante la idea de que haya una energía casi virtual, no consolidada pero definitivamente en forma embrionaria, que tiene sus descontentos pero que no ha definido adónde va, qué forma va a tomar, porque es un movimiento de resistencia.
FRC: Es un movimiento anti-sistémico, es una contracultura, pero si llegara a tener objetivos o ideología, se transformaría en una fuerza política enorme. En mi ficción ha surgido esta figura carismática y ha llegado al poder. Pero la historia ocurre cien años después de que ha tomado el poder—en los Estados Unidos.
JT: Y en Europa occidental y en Brasil…
FRC: Sí, esta gente ha emprendido una especie de conquista política del resto del mundo con una fuerza expansionista guiada por una idea altruista, si se quiere, pues mientras no logren convertir a todos a su ideología y forma de vida, particularmente a los más contaminadores, a los más consumistas, el planeta no se va a salvar. Era cosa fácil tener a Estados Unidos, pero la China y la India no están. Entonces había que ir llegando a esos lugares para ir convirtiendo al planeta en una cosa sustentable bajo su dominio. Pero ¿cómo iban a poder hacer eso? Sólo teniendo un gobierno totalitario.
JT: Eso fue otro deslumbramiento que su novela me causó, porque allí Ud. crea un mundus inversus donde esas labores ambientalistas, ecologistas, de lo diversificado, lo equilibrado, lo sustentable se vuelven stalinistas. Parece ser la única manera de lograr sus metas.
FRC: Ese es precisamente mi punto. Alguien dijo que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Entonces en mi libro prácticamente nadie es malo. No hay ningún personaje netamente malo.
JT: Hay algunos que andan en busca del poder mismo.
FRC: Bueno, hay malos en mi novela, pero los malos que hay es porque están locos, pero ideológicamente no hay ningún malo. Eso es muy importante. ¿Por qué? Porque yo quería mostrar el mundo por los ojos de la lógica de cada uno. En la lógica de cada uno hay verdad. Entonces desde la perspectiva de los líderes, la única manera de imponer los valores del ecologismo, de controlar a la gente, es forzándola, para que adquiera una filosofía de vida sobria que rechace el consumo.
JT: Hay una gran lucidez, y también mucho escepticismo, en cuanto a la capacidad del ser humano para evolucionarse.
FRC: Está en el fondo guiado por sus instintos. O sea, los instintos que están dentro tienen que salir por otro lado. Nos inclinamos hacia el arte, nos quejamos de nuestro jefe, es una cosa natural. Dentro de esto, está en mi novela el personaje del profesor, que aclara los fundamentos y la lógica de esta filosofía “Gaiana”. Intento en cada capítulo mirar las situaciones desde los ojos de alguno de los personajes, tratando de ser objetivo y de deshacerme de todo sentimiento. Pero finalmente es la corriente política lo que domina a la gente. Esa es la verdad que tengo detrás de mis personajes, de la historia de amor, la historia política.
Pero, Sr. Tittler, me produce una gran curiosidad saber sobre usted, que viene de tan jejos a conversar de este tema. ¿ Qué lo motiva?
JT: Sí, casi podríamos entrevistarnos el uno al otro al mismo tiempo. Yo soy profesor de literatura hispanoamericana y trabajo en diferente líneas; por ejemplo, he escrito un libro sobre la ironía narrativa en la novela contemporánea …
FRC: (Risa). Yo quisiera saber por qué un americano angloparlante se interesa en la literatura de otro lenguaje.
JT: Ah, ya no es nada especial, porque hay miles de nosotros, en Norteamérica, en Europa …
FRC: ¿Y los problemas del idioma?
JT: ¿De cuáles problemas del idioma habla? Bueno, por eso no me especializo en la poesía, porque eso sí sería difícil. Pero, mire, he escrito sobre la obra de José Donoso, un escritor muy difícil, inteligente, sutil, complicado, pero por lo menos es prosa, y puedo leer la prosa, puedo buscar cualquier término que no entienda. Y además tengo mucha experiencia, pero, en fin, llego hacia la etapa final de mi carrera y me pregunto ¿qué no he hecho todavía—porque he estado con el posmodernismo, lo juguetón, la parodia, la intertextualidad, etc.—y, sinceramente, qué quiero hacer en este mundo antes de morir? Pues, yo quiero salvar el mundo, lógicamente. ¿Cómo hago eso? Pues, está el problema ecológico lo que queda, y la crítica literaria tiende a mirar la literatura desde incontables perspectivas, pero no desde el punto de vista del medioambiente.
Entonces en mis estudios de la crítica ecológica, primero releo la novela de la tierra—el criollismo, regionalismo, literatura del campesino—del comienzo del siglo XX—Mariano Latorre, Horacio Quiroga, Mariano Azuela—nada menos. Entonces llego al llamado “Boom” de la narrativa latinoamericana a mediados del siglo XX, hasta los 70, y básicamente allí el medioambiente se sumerge, casi desaparece como tema.
FRC: Los medio ambientes tratados en aquellas novelas pueden ser desde un punto de vista contemplativo o respetuoso del entorno, pero en ningún caso tiene un componente político. La temática política es relativamente nueva, es post-boom, y aun post-post-boom.
JT: Eso depende de la definición de la política. El último capítulo es sobre la novela de hoy, a partir de los 80: Luis Sepúlveda, Anacristina Rossi, Homero Aridjis, Giaconda Belli, Mayra Montero—hay varios, pero no hay muchos. Y veo que todo esto de la literatura contemporánea verde, como se va diciendo, es bastante ingenuo, en comparación con la novela suya. Todo lo demás en cuanto a la literatura ecologista de hoy es más o menos quijotesco, o sea, locamente idealista, sin enfrentarse con los verdaderos retos económicos, que son sociales. Todo el mundo quiere ser feliz, tener una vida decente.
FRC: Me pongo el gorro del profesor nórdico de mi novela que da la clase al joven y le pregunto qué significa “decente”?
JT: Es indefinible, pero nadie quiere bajar su nivel de vida, relativo a lo que goza ahora.
FRC: Ahí es donde hay que educar al hombre con la fuerza, pero ellos tienen una tesis. La tesis es que el hombre sueña mucho con el bienestar y el hedonismo y también tiene un elemento que es relacionado con la longevidad. Por ejemplo, el protagonista, el joven, sufre mucho cuando piensa que va a morir joven y descubre que antes la gente vivía más. Pero finalmente, cuando él sale fuera de este mundo ecologista y llega a los países que se desarrollan, encuentra que también en ese país, que es de mayor tecnología, tuvieron que ponerse de acuerdo sobre hasta cuándo la gente iba a vivir, porque ellos podrían ir aplicando tecnología y reemplazando piezas para seguir viviendo, y tenían que decidir ¿cuándo la persona deja de ser persona y comienza a ser androide? Hay un caso límite ético en mi novela: ¿qué pasa con el padre del protagonista que muere a los cincuenta años, y el abuelo de la chica en el mundo desarrollado que tiene más de 100 años? ¿Quién dice que cien años es mejor que cincuenta años? Quizás cincuenta años es lo ideal para el ser humano. O sea, ¿cuánta música puedo componer en cincuenta años, cuántos libros puedo escribir en cincuenta años, con cuánta gente puedo hablar, cuánta satisfacción puedo sacar, cuánto puedo aportar en cincuenta años? Y ese tema está vinculado con la filosofiá de los ecologistas de mi libro. Los ecologistas están debatiendo la cuestión de prolongar la vida más allá de lo que naturalmente debe ser. Ese tema se encuentra también en mi novela, está comentado, digamos, en la figura del joven que sale de su país en el “Cinturón Verde” y entra en el mundo de afuera.
JT: Mi propia interpretación del libro es que representa una especie de secuestro del discurso del ecologismo por poderes con otra agenda.
FRC: !Ajá! Es que resulta que ese discurso está secuestrado hoy ya. Ese es el punto. Los verdaderos activistas ecologistas hoy día son secuestradores del discurso.
JT: Bueno, no son secuestradores muy exitosos. Están en la pelea pero no están ganándola.
FRC: Yo creo que hay una gran ganancia en el sentido de que, por ejemplo, en el mundo forestal, donde yo me muevo, la influencia del movimiento ecologista es enorme, la cantidad de restricciones, de certificaciones—Ud. no imagina la cantidad de cosas que hay que hacer—por presiones prácticamente del ecologismo. Hay todo un tema de estos grupos que secuestran el discurso, grupos políticos que son anti-sistema, anti-corporaciones, anti-globalización en el fondo, al distorsionar el mensaje del fondo, no están dando ninguna solución. Porque además hay total dogmatismo detrás de la cosa, y no están buscando la buena ciencia que nos resuelva el problema, porque se mira ideológicamente la ciencia e ideológicamente la tecnología, sobre todo como un enemigo para el planeta. En ese sentido están ideológicamente manejando el secuestro del discurso.
JT: Yo no veo el asunto de la misma manera, pero confieso que no estoy en la industria.
FRC: Sí, en esta industria estamos en la frontera del tema de las restricciones, donde tenemos que enfrentarnos con estas presiones. Cuando digo que el ecologismo es exitoso me refiero al hecho de que ahora le pone a todo el mundo a mirar el problema y le pone a todo el mundo al tanto de estas restricciones. A lo mejor si estuviéramos en un mundo donde nadie hablara del tema, estaríamos en una trayectoria muy diferente. O sea, hay un aporte positivo de balance por parte de los ecologistas en ese lado, que es muy importante.
JT: Pero crea una serie de obstácuolos, de estorbos …
FRC: Evidentemente crea problemas innecesarios y empobrecedores para la gente. Le falta, por ejemplo, superar su desconfianza muy grande con respecto a lo que puede aportar la ciencia económica a la ciencia ambiental, situación que yo personalmente considero medieval.
JT: ¿No sería una cuestión de manejar mejor esas restricciones, que no fueran innecesarias, que no fueran excesivas? Porque al quitarlas, volveríamos a estar en el siglo XIX, con los robber barons, ¿verdad?
FRC: Pues, mira, aquí en Santiago tenemos el problema del smog, y debiéramos poder solucionar el problema del smog de un día al otro. Si yo estoy en el poder, prohibo que haya ninguna industria en Santiago que emita nada a la atmósfera, prohibo que nadie ande en automóvil de motor de combustión interna, y que nadie use ninguna caldera. Y el problema queda resuelto. Y si es tan fácil, ¿por qué no se hace? Porque el coste social de tal solución es algo que no estamos dispuestos a asumir. Cuando digo “innecesario” digo que muchas de las restricciones son muy parecidas a eso. El ejemplo que le he dado es muy obvio. Sin embargo, hay aspectos técnicos que no son tan obvios, pero hay muchas restricciones que son empobrecedoras innecesariamente, porque restringen lo que no deben y, por otra parte, lo que debiera restringirse no se restringe. ¿Por qué hay esta distorsión? Porque detrás está el secuestro del discurso de gente que vive de eso y que focaliza el tema en donde ellos están en contra, y no en resolver el problema.
JT: ¿Y cuál sería la solución del problema?
FRC: Ah, ojalá lo supiera yo. Yo creo que la resolución del problema viene por una focalización de la tecnología y de la aplicación de la ciencia en buscar dicha resolución. Muchos de los problemas los creó la inteligencia humana aplicada a otra cosa y tuvieron un impensado e indeseado impacto ambiental. Yo creo que donde empezó el problema está la solución: en la inteligencia humana. ¿Cómo sería si la inteligencia humana, en vez de aplicarse a otras cosas, se aplicara a la cuestión ambiental? ¿Si hubiera investigaciones y desarrollo, al mismo nivel que lo hay en la electrónica, al mismo nivel que lo hay en la electroquímica, por ejemplo, y si todos escucharan más lo que dice la ciencia económica—y no tanto a la ecológica—, que es una rama bastante nueva, pero que tiene mucho que aportar? Si la misma fuerza que se genera hoy, en forma conflictiva, se generase de forma positiva en la parte ambiental, ahí se encontraría la solución. De hecho se ha encontrado en muchos casos.
JT: Más o menos como se va encontrando curaciones para diferentes tipos del cáncer.
FRC: Por ejemplo, porque provee un foco para encontrar esos remedios. Pero no se da ese foco en los temas ambientales, porque la ideología bloquea muchos caminos. Supongamos que hubiera algunos médicos que consideraran que las cosas radioactivas no se pueden utilizar porque es anti-ético, o porque no se puede hacer transfusiones, no habría cura para el cáncer, no habría tratamiento, ¿cierto?
JT: Son buenos ejemplos, porque en efecto hay gente que cree eso.
FRC: Por eso lo digo. En el caso ambiental, cuando se dan sectores muy ideologizados que creen que la economía es la ciencia de ganar dinero, y que lleva a la destrucción, y no comprenden que es la ciencia de la administración de los recursos escasos que puede ayudar a armonizar soluciones, es difícil aplicarla en forma positiva, ¿verdad? En el fondo no tiene mucho que ver con el dinero, sino con asignar recursos. Si esos prejuicios prevalecen, y si se sigue pensando que la tecnología es lo que produce la enfermedad y no que es capaz de generar el remedio, no vamos a avazar. El avance está cuando realmente creamos que la tecnología traerá la solución al problema, cuando creamos que la ciencia aplicada puede traer las medidas para solucionarlo. Entonces las medidas políticas realmente podrán generar un equilibrio.
JT: Cambiando un poco de tema, vamos a imaginarnos ante unos lectores de una revista académica de estudios literarios y culturales hispanoamericanos. Quisiera que Ud. se presentara para ese público, primero hablando de sus orígenes y cómo Ud. se interesó por lo forestal.
FRC: Muy bien, yo soy ingeniero civil, más bien de la parte economía industrial, mi background es del ámbito de la economía. Yo no soy ingeniero forestal. Me tocó trabajar con esta empresa como me puede haber tocado trabajar en una empresa química o en, no sé, una cadena de McDonald’s. Y lo que sucedió es que en este medio, me encontré con el medio ambiente. Y me di cuenta de que la cuestión del medio ambiente estaba siendo tratada de manera muy emocional, muy apasionada y no de manera muy constructiva.
JT: Y no como mero adversario. Supongo que sus primeros encuentros fueron con opositores.
FRC: Lógico. Hasta el día de hoy, por ejemplo, mucha gente del sector ambientalista no comparte en absoluto lo que yo pienso. Creo que en el fondo las soluciones a los problemas no van por el lado de la pasión, esas discusiones yo creo que al final se agotan. Yo diría que ya se agotaron. Creo que es el momento de encontrar soluciones que funcionen. Nací en España, vine con mi familia en la posguerra, de la Guerra Civil Española. Mi padre es de Valencia, mi madre es madrileña y nací en Sevilla, en Andalucía. Pero soy principalmente de Valencia, del Levante. Acá en Chile mi padre era un técnico. Yo estudié en la universidad, porque era gratis en aquel tiempo Mis padres no tenían muchos recurso, y me fue bien. O sea, trabajé, y después me gradué y trabajé en varias partes y por fin llegué a esta empresa. Y llevo mas de 27 años trabajando aquí. Ahí me vino la idea apasionante de analizar un poco en mi libro estos temas—los ensayos en general son muy aburridos, los lee muy poca gente—tengo varios ensayos y artículos publicados, pero en el fondo los lee muy poca gente. Y yo quería algo que fuera leíble, más fácil, más entretenido, y quería llevar un mensaje que hiciera que la gente pensara de una forma un poquito más amplia. Y me dije, bueno, voy a escribir una novela. Empecé a mirar a la gente que escribe.
JT: ¿Cuánto tiempo le costó escribirla?
FRC: Me demoré un año en escribir la novela, con un sistema muy ingenieril, haciendo un diagrama, un dibujo de la historia, porque mis historias son cruzadas y entonces yo tenía que ayudarme, yo no soy escritor. Primero leí un poco algunos escritores de los buenos para ver si los podía emular—me gusta mucho Isabel Allende—me gustan los escritores de novelas, disfruto de las historias entretenidas. Entonces me pregunté cómo voy yo a escribir una historia entretenida, ése fue en el fondo mi propósito. Todavía no me siento un escritor con mucha capacidad técnica.
JT: ¿Fue ésta su primera obra de ficción?
FRC: Es el único libro, la única novela que he tratado de publicar.
JT: ¿Pero Ud. ha escrito cuentos antes?
FRC: No, es que escribí antes una novela, pero no la publiqué, una novela que era policial. Yo disfruto de escribir algo entretenido y accesible, no siento que sea por eso necesariamente despreciable ni menor. Y ahí es donde entra la ciencia ficción. Me encanta leer una buena historia de ciencia ficción. Me parece un excelente medio de comunicar ideas profundas— la buena ciencia ficción no se queda en los marcianos y las naves espaciales; hay ideas profundas detrás. Tiene la gracia de que uno se libera de las restricciones de la lógica del mundo. Le permite a uno tener un espacio más libre para plantear una tesis o una alternativa a nuestra realidad. Ray Bradbury es un maestro y me encanta en ese sentido.
JT: Veo Los hijos de Gaia como una novela de ciencia ficción ecológica.
FRC: Es también una novela científica y política, porque la ciencia le aporta mucho. Me documenté un poco en ciencia, y la gran mayoría de los gadgets científicos que están en la novela son reales; o sea, son cosas que ya existen. En el fondo son cosas que a nadie le interesan mucho. Por ejemplo, lo leí en un diario, en un parrafito chiquitito, que habían logrado capturar la luz, la atrapaban en la noche y después, con un aparato eléctrico, la emitían en la noche. Ese es el sistema eléctrico que hay en mi libro: las ciudades tienen un sistema en que capturan la luz en el día y la emiten en la noche. Eso existe ya, pero no a un nivel comercial. Así que varias cosas en mi libro no son muy originales; ya existen, no son cosas que yo he inventado. Pero el proceso fue muy complicado y escribí el libro con mucha ilusión. Tenía que tener mucha fuerza interior para escribir ese libro, y después me encontré con la realidad. Fue casi imposible publicarlo.
JT: Esa es una realidad con la que todos bregamos.
FRC: Es una publicación por mi cuenta, en Argentina, y salió, para mi gusto, mal editada. Y después una publicación en Chile, muy pequeñita.
JT: ¿Así que existe una edición chilena?
FRC: Sí, pero no se encuentra en internet… Está en las cadenas Feria del Libro y Librería Antárctica, y en otras aqu’i en Santiago. Hay una disrtribución en internet, en el sitiio “El Atico”. Pero yo solo circulo en este mundo desde hace año y medio, soy un autor desconocido, estoy fuera del mundo literario, soy un tipo que viene de afuera, trabajo para una empresa, no pertenezco al sistema.
JT: ¿Se la reseñaron en periódicos o semanales?
FRC: Sí, comentarios, muy pocos, y crítica, una; pero en general pasó totalmente desapercibida. La editorial que me apoyaba en Chile es muy chiquitita; o sea, no tiene gran potencia para poderme lanzar ni para promoverme para nada. Entonces, en el fondo hice lo que pude.
Le cuento que estoy escribiendo un segundo libro, que me ha costado mucho escribirlo. El proyecto es de tres libros. El libro que Ud. conoce es el libro central de los tres. El libro que estoy escribiendo ahora es algo que sucede cien años antes. Es sobre cómo llega al poder este grupo, cómo transforman las cosas para llegar al poder.
JT: Habla Ud. de los independientes?
FRC: No, de los verdes, cómo consiguen tomar el poder en Europa y en los Estados Unidos. Y la forma en que lo consiguen es logrando reencantar a la gente que está desencantada de la política, que resulta ser casi la mayoría. Emplean una receta para el éxito que es la misma que había motivado a la gente en el pasado, que es invocar la justicia social. Y todos creyeron entonces que era moderno ser comunista, que era retrógrado oponerse, y logran conectar esa lógica con lo verde. Lo hacen de esa forma en la novela, y logran ganar.
JT: Escribir una novela en sí hoy día es un acto un poco extravagante, ¿no?, porque la gente lee menos, los jóvenes leen menos, si algo no aparece en forma gráfica o en video, ya no existe.
FRC: Lo que me encantaría realmente—más que escribir muchas novelas—es producir una película. Incluso si Ud. ve como está estructurada la novela— siempre estructuré en torno a la imagen—, está estructurada más para ser una película que como un libro.
Así que, luego de esta experiencia de escribir, ha aumentado mucho mi respeto por todos los escritores después de haber pasado por esta aventura. Y mi respeto es mayor aún por aquellos escritores que logran ser leídos por el público.
JT: Pero Ud. no se arrepiente; incluso sigue en la faena.
FRC: A veces francamente con poca ilusión; o sea, me impulso porque me prometí a mí mismo que la iba a escribir, pero la ilusión con que escribí el primer libro ya no la tengo. Ya sé que no va a ser un best seller, que mucha gente escribe cosas más entretenidas que la que yo he escrito. Pero yo creo que todavía vale la pena escribirla. Y hay todavía la gente que uno encuentra en la calle. Hay gente que se le acerca a uno y dice que le ha gustado mucho el libro, y eso pese al hecho de que no he tenido ningún éxito de venta con él. Entonces, algo pasa ahí. A cierta gente le llega y le gusta.
JT: Es la otra forma de gratificación, ya que el libro no ha tenido ninguna publicadad ni ninguna distribución.
FRC: ¿Pero cómo supo Ud. del libro?
JT: Estando en Buenos Aires, entré en una librería, sin ninguna preparación previa, anuncié que soy el profesor tal y cual y que tengo interés en la literatura de tema ecológico. Y el señor, el dueño de la librería, que había leído su novela, me la recomendó.
FRC: Pero mire, en realidad se hizo una promoción inicial del libro, y hubo en ese momento varias columnas o menciones, tanto en periódicos como en revistas virtuales, tanto en Chile como en Argentina. Algo se hizo.
JT: ¿Y se ha entendido? ¿Son correctas las apreciaciones expresadas allí? Porque tuve que leer y releer el texto para formarme una impresión sobre la tendencia del autor. O sea, es obvio el conocimiento que Ud. tiene de las posiciones ambientalistas. Pero lo que no es tan obvio es que no se distancia el narrador, o el texto en general, de ese héroe, de Michael.
FRC: Michael es finalmente un hombre escéptico porque en el fondo es alguien que resiste el sistema.
JT: Sí pero me demoré en darme cuenta de que la novela no es ecologista, que toca el tema pero …
FRC: Claro, lo que yo quiero mostrar en la novela es que lo ecológico es lo politico, y la trayectoria que lleva no es necesariamente la mejor para lograr los fines ecológicos. Eso es lo que yo creo.
JT: Bueno, yo siempre he creído que lo político sigue a lo ideológico, y no vice versa. Lo ideológico existe a priori, en forma latente, y tiene que organizarse e institucionalizarse para transformarse en movimiento político. Ahora, si me permite saltar de tema, en cuanto al ecologismo de Chile y del Cono Sur, ¿qué es lo que está pasando? ¿Hay señales de algún progreso, o estamos en lo mismo de los últimos treinta años?
FRC: Yo creo que sí. Sigue habiendo grupos que están en lo mismo, pero el ecologismo no es una sola cosa. Es una paleta variopinta de colores, de todo, digamos. Es una red de gente muy distinta, unida por algunos puntos en común, y muy coordinada por internet en su activismo, en sus conceptos, así que si alguien genera ideas, todos las toman. Pero yo siento que acá en Chile lo que yo veo cerca, en la cosa forestal, que es donde trabajo, es una cierta penetración de constructos un poco más modernos. Hay una cierta permeabilidad a una lógica más funcional. Y no solamente un activismo de bandera o de consigna, en algunos sectores. Sí hay cierta evolución acá en el Cono Sur.
JT: Eso, entonces, permitiría un diálogo, una negociación entre partidarios.
FRC: Pero solo en algunos puntos, porque sigue habiendo cuestiones muy espinosas.
JT: Yo creo que hasta que no tengamos lo económico alineado con lo ambientalista, no vamos a ninguna parte.
FRC: Le voy a dar un ejemplo de gente ambientalista, pensadora y no de pura consigna. Está Douglas Tompkins acá en Chile; él es una persona que piensa mucho, y tiene una hipótesis de que la trayectoria en que está el mundo es insostenible, por nuestro comportamiento con respecto a lo económico, y sobre todo al consumo. Que no lo vamos a poder sostener, que vamos a entrar en una crisis tremenda, que vamos a agotar el petróleo, etc. Esa es su hipótesis. Entonces hay gente en que esto no es sólo pasión, hay gente que piensa profundamente y que cree que estamos en mal camino.
JT: Además de lo forestal y la cuestión del consumismo, ¿cuáles son los puntos candentes en el frente ambiental en Chile?
FRC: Hoy día tenemos la cuestión de la energía, porque Chile tiene reserves hídricas, digamos, y puede generar energía hidroeléctrica, pero hay campañas para que no se establezcan represas. Entonces hoy día hay un conflicto muy grande.
JT: Tompkins (fundador de las empresas “The North Face” y “Esprit”) está metido en estas actividades.
FRC: Tompkins está apoyándose en el tema de que no haya represas. Es un conflicto vivo. También hay un conflicto mundial con respecto a la contaminación de ciertas industrias, particularmente en la de la celulosa, que es un episodio de una compañía que fue utilizada como bandera de lucha por todo el mundo prácticamente, y que ha dado lugar a un conflicto entre el gobierno de Uruguay y el de Argentina sobre la instalación de una planta de celulosa que supuestamente emitirá químicos tóxicos al río Uruguay.
JT: ¿Y lo de la contaminación del aire en Santiago?
FRC: Claro, pero en ese caso no hay ningún villano, así que no hay una corporación en Santiago o transnacional que genere la contaminación que haga que el modelo no funcione bien. Somos nosotros mismos, creando emisiones con nuestros autos e industrias que nos hacen falta para funcionar, así que es un villano difuso.
JT: ¿Y es Santiago la única ciudad chilena con ese problema?
FRC: La principal. Hay otras ciudades con el mismo problema, pero el villano es más difuso aún, porque en otras ciudades del sur hay un problema de aire, pero se produce porque la mayoría de la gente usa leña como combustible. Y eso emite muchas partículas. Pero en el fondo los malos son los buenos también. Es muy difícil porque no hay una causa articulada, no hay una protesta contra gente que use estufas de leña en este mundo. Precisamente porque el discurso está secuestrado por los que les interesa solamente atacar a los símbolos de la globalización.
JT: ¿Y la pesca?
FRC: La pesca, no. La crianza, sí. La industria salmonera está objetada porque también es industria, porque los salmones ensucian el fondo del río, generan cambios en la parte vegetal del agua, porque los salmones consumen mucha proteína para producir su carne. O sea, hay dificultades también con los salmones, pero los salmones son un villano adecuado para este modelo, son un villano emocional y corporativo porque lo promulgan empresas grandes.
JT: Dicen en los EE.UU. que lo que en un momento determinado era el “comer orgánico”, ahora es el “comer local”. Hay una campaña que está ganando momentum, y que incluso impacta en la cadena de supermercados orgánicos más grande, la de Whole Foods. Esta cadena ha tenido éxito en hacer llegar comida orgánica a todo consumidor interesado desde todas partes del planeta, a escala masiva. Pero hoy día, porque esto implica tanto transporte—tanto consumo de combustible—, la meta se está transformando en comer local, comer lo que se produce dentro de un radio de cincuenta o cien kilómetros de uno, en vez de comer alimentos meramente orgánicos.
FRC: Si uno entiende economía, se ve en seguida que éstas son posiciones muy anticuadas de cómo resolver el problema. Si la comida logra ser transportada de un país a otro a pesar de todo, es porque la gente está dispuesta a adquirir esta comida. Y de pagar esos combustibles. Hay un equilibrio que dice que para ellos es mejor pagar esa comida que producirla en Japón, por ejemplo. O sea, a Japón le sale más caro y es socialmente más inconveniente producir la comida en Japón, que importarla trayéndola por mar. Entonces es una solución muy ingenua decir que cada uno localmente tiene que producir su propia comida; sería como volver a la época medieval de los pueblos, de las comarcas que ni siquiera comerciaban entre ellas. Y finalmente, ¿quién decide cuando no sea conveniente transportar, cuando el coste de transporte suba a tal nivel que a los japoneses les sale más conveniente producir su comida ellos mismos? O mira, el vino chileno está muy rico pero en verdad llega a un precio que no se puede pagar, y prefiero el vino de California. Eso es. Entonces esto va a suceder sólo porque la economía lo va a resolver. Es un esfuerzo en el fondo (no hablo a la ligera) totalmente vano y el problema va a resolverse de otra manera.
JT: En los 1960s y 1970s, dentro del movimiento contracultura de los hippies, se comenzó a comer según ciertos criterios orgánicos—y dispuestos a pagar más.
FRC: Lógico, porque tiene más costos. Es como ir a cazar un jabalí contra comprarse un jamón de cerdo por internet. Si Ud. lo piensa, toda moneda tiene dos caras. Si lo miramos de otro lado, el problema del hambre en el mundo no lo va a solucionar con la agricultura orgánica. También es una posición elitista decidir pagar más por algo que le parece más cómodo—éticamente—, y decretar que eso es mejor para el mundo que producir alimentos en forma intensiva.
JT: Es mejor para el organismo de uno, de cada persona, y es menos consumo de los recursos no renovables del planeta.
FRC: Pero eso, una vez más, cuando uno le alza la perspectiva, se da cuenta que eso no apunta y que no está resolviendo el problema, y que el camino debe ser otro.
JT: Yo creo que el camino tiene que ser otro, e indefectiblemente será otro, por fuerzas económicas.
FRC: Pero ésas son las fuerzas que debemos organizar adecuadamente para que esas energías, que son muy poderosas, se enfoquen para resolver estos problemas.
JT: Volviendo a lo literario, Ud. trabaja básicamente, al escribir su obra de ficción, en un vacío. No tiene con quién hablar.
FRC: ¿Por qué dice eso?
JT: Porque no me ha hablado de sus círculos, de sus pares, de sus compañeros de viaje.
FRC: Mis companeros de viaje, por llamarlos así, son de todo tipo. Algunos que son opositores ideológicos, que me sirven a mí porque son en el fondo mi referente. Otros que piensan igual y me aportan ideas que puedo tomar e incorporar en mi novela, por ejemplo. Pero yo no tengo un círculo de gente donde pueda decir “Oye, estoy escribiendo esto. ¿Qué te parece?” No. Estoy aislado, no pertenezco a talleres literarios. Seguro que escribiría mejor si aprendiera algunas de esas técnicas.
JT: ¿Qué hace para no desanimarse?
FRC: Es duro. Además llego después de trabajar mucho en esta oficina. Llego a mi casa y logro escribir una hora en las noches, mientras mi mujer ve la televisión, yo de repente me siento con un notebook y me pongo a escribir un poco. A veces en los fines de semana tengo más tiempo Esa es la forma en que puedo escribir. Esta es mi segunda novela. Ya no tengo la misma motivación que con mi primera. Ahora escribo sin ilusión. Pero igual tengo que escribirla, porque es bueno que la escriba, pero ya sin ilusión.
JT: Entonces Ud. está escribiendo para sí mismo, para su propia satisfacción.
FRC: No, no. Yo creo que, a lo mejor, si la lee poca gente, está bien. Hice lo que pude, ¿me entiende? Pero creo que el hecho que me lea mucha gente o poca gente no tiene nada que ver. Entonces, hago lo que puedo, y lo que puedo hacer es escribir la novela, porque si no la escribo nadie me la puede leer. Yo tengo que escribir primero, y luego, si las circunstancias determinan así, o si Dios quiere que la lea más gente, está bien, pero yo hice lo que pude.
JT: Con un poco de suerte yo podría figurar en esa dinámica porque estoy escribiendo mi propio libro—no es de ficción. Lo comencé a describir hacia el comienzo de nuestra conversación, sobre la ecoficción en Hispanoamérica.
FRC: Hay muy poca gente que escriba algo que no sea propaganda relacionada con el tema ambientalista.
JT: En las universidades norteamericanas—si logro publicar el libro—podrían venderse unos 2.000 ejemplares, uno para cada biblioteca universitaria y algunos para Latinoamérica también. Yo creo que Ud. aporta ideas interesantes al diálogo que estamos llevando a cabo sobre el tema del ambiente, y del ambientalismo.
FRC: Eso es lo que traté de hacer. En el fondo, cuando yo digo “Hice lo que pude”, me siento tranquilo porque traté de transmitir lo que pensaba y traté de hacer un aporte. Bueno, si el destino no quiere que ese aporte funcione, eso ya está fuera de mi alcance, ya no depende de mí. Pero lo que depende de mí, sí puedo hacerlo.
JT: Una pregunta sobre el proceso de creación: resultó la novela como Ud. originariamente la había conceptualizado, o fue por su propio rumbo una vez que Ud. había engendrado el proyecto?
FRC: Ese primer libro lo tenía totalmente conceptualizado y salió como yo quería. El que estoy escribiendo ahora se está desarrollando por vía propia. Veo que voy a tener que acomodar a ciertos personajes porque su historia es muy interesante, y finalmente ¿qué voy a hacer? Mi segundo libro no tiene un fin definido. Son varios personajes a quienes les pasan cosas en este mundo que les está cambiando, pero uno de esos personajes resultó tener una vida muy entretenida, y yo creo que va a ser un protagonista central. Entonces voy a acomodar lo que he escrito antes para quitarle más importancia a los otros personajes. Y eso sucede porque ha ido tomando vida a lo largo del libro, no estaba programado.
JT: Uno de los autores que más me impresionó al entrar yo en la profesión fue Julio Cortázar. Y cuando le preguntaron a él “¿Qué quería hacer o decir con esa novela?”, dijo “Pues, yo no trabajo así. No trabajo con una idea previa que voy a ir desarrollando”. El escribía para llegar a saber por el proceso cuál fue la cuestión que él quería hacerse.
FRC: Ud. comprenderá que yo no soy escritor, yo soy ingeniero. Un ingeniero sabe el proyecto que quiere hacer. Yo sé lo que quiero hacer, lo que quiero decir. Ahora, en el proceso de comunicarlo me van surgiendo de repente los cambios, pero la esencia de la novela que voy a escribir ahora, por ejemplo, es en el fondo mostrar cómo este cambio es posible—este megacambio, en que Europa y Estados Unidos caen bajo el poder de gobiernos totalitarios ambientalistas—que es posible, porque muestro cómo lo hacen.
JT: Pero Ud. es el primero en decirlo, que yo haya visto en mis lecturas.
FRC: Quiero mostrar que detrás de estos procesos políticos, que siempre son para mejorar el mundo, la gente corriente queda como víctimas de estos procesos.
JT: ¿Hay alguna otra pregunta que debo haberle hecho? ¿Qué más querría Ud. decir en esta ocasión?
FRC: No, yo creo que Ud. me preguntó todo para la curiosidad de alguien que se interesara por lo que hay en mi libro. Le agradezco mucho, me siento honrado de que alguien haya venido de tan lejos a conversarme de este libro. En verdad es un estímulo para escribir.
Santiago de Chile, 7 diciembre 2007
5 comentarios
Dos grandes libros, merecen ser leídos y espero que alguna vez lleguen al cine.
¿El tercer libro estará ya publicado?
Gracias por la entrevista.
Felicito al autor Don Fernando Raga. No soy un erudito en lo relacionado al medio ambiente.
Encontré el libro titulado «Revolución en GAIA» en Bibliometro, es tan apasionante que lo leí en pocos día, y considero que estas cosas pueden pasar en la realidad.
Me gustó mucho su trama, la encontré parecida a los libros del escritor Ken Follett, donde entre mezcla la vida de diferentes familias, uniéndolas al fina.
Saludos.
este hombre es un empresario perverso; Presidente Corporación Chilena de la Madera CORMA, una de las asociaciones mas monstruosas de Chile, estamos al borde de la sequia, abatidos por incendios en todas las ciudades…. que se pudra su boca antes de nombrar a Gaia:lo unico que hace el y su grupo económico es asesinarla día a día.
que lavado de imagen se dan algunos mientras todos los dias empujan si asco el carro que nos lleva al colapso medioambiental
Estimada,
Se recomienda leer el libro antes de opinar de esa manera, ya que la critica central es al poder, y como puede este, convertir una causa noble (la ambiental) en su propio beneficio.
Saludos.
me encanto tu libro, lo encontre en la biblioteca de santiago hace muchos años atras y que alegria encontrarlo nuevamente, considero que la vida deberia tener hechos concretos en favor a gaia, no creo en partidos verdes creo que el poder corrompe sin importar titulo politico, por lo tanto la vida que como humanos llevamos deberia estar en armonia y coherencia a la madre tierra.